viernes, 5 de marzo de 2010

Textos del libro "De café"

María de Jesus: Me da fuerza

Desde que yo me acuerdo, cuando abrí los ojos ya estábamos en una huerta de café; íbamos mis hermanas y yo con mi papá a cosechar, era diciembre, enero y febrero cuando estaban las matar bien cuajadas de fruto. Yo era la más chiquita. Cuando me cansaba, la mayor o la que seguía de la mayor me llevaba a una hamaquita que estaba ahí cerca de donde cosechábamos. Mis papás tomaban cierta cantidad de huerta así como unas hectáreas y a cortar café. Desde que me acuerdo he visto los racimos de café rojo, aquellas laderas llenas de retoños rojos. Comenzábamos por la falda más grande y más roja, nos decía mi papá: “hay que cortar por surcos”, entonces ya te ibas por tu surco con una vaina amarrada en la cintura; las vainas o balsas son unos bules pero los abríamos así como esgaditos, les poníamos unos mecates y nos los amarrábamos a la cintura.

Flavia Vergara


Mi buen café

Si mi padre fuera bebida, sería café: de olla, americano y expresso; siempre humeante, como anticipo, sólo o al término de una buena comida.
Medito en esto mientras disfruto un café de olla.
I
De niña, para despertar, él me hacía cosquillas en los pies y decía en tono grave y dulce: “¡Arriba, arriba, ya amaneció!” Después empezaba una canción de sus días en el campo, cuando su padre lo enviaba con algún familiar, en las vacaciones escolares, para que aprendiera a “hacerse hombre de trabajo”. Cuando entonaba la estrofa “ya viene amaneciendo / el sol ya nos alumbra…”, las risas mal contenidas de mis hermanos y mía, lo atizaban a cantar más fuerte.
Si no tenía ganas de levantarme tan temprano, me tapaba con las sábanas hasta la cabeza para hacerme la dormida. Él, de un tirón, me las quitaba.
Estos momentos son los que ofrece el café de olla con canela, cuando lo tomo por las mañanas.

Evelia Montaño
Libros a la venta con Escapistas, A.C.

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