En mi aposento tengo un prisionero
que no soy yo,
que no eres tu,
que no es aquel que nos rompió los huesos
por fabricar collares.
En mi aposento tengo un prisionero
que galopa en mis sienes
y que me hace sudar, callar y blasfemar;
y sin embargo tengo que clavarlo
cada día de los pies y de las manos,
de los rotos arapos que aun le quedan;
pues se que cuando escape
volando a lo intangible,
ya no estaremos tú y yo,
ni aquel con quien tú sueñas
y al que impregno de polvo sideral.
De: Entreacto
cARMEN aLARDÍN
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Palabras que se escapan.