martes, 20 de abril de 2010




La imagen oscura atrae por completo, es imposible que un hombre en gabardina caminando solo con el frío en la piel y quizá con otros tipos de fríos no llame la atención.

Así inicia su coqueteo con la mirada la portada de Errante corazón urbano, en donde Julio César Zamora habla de los ensueños, de las miradas cautivas, de los labios que se olvidan cómo besan y del aroma de un cuello, de la violencia fraternal de la calle, de la tierra y de la ciudad con sus lamentos.

El autor parece jugar con las palabras como un niño con canicas, con entusiasmo, con destreza y con precisión y lo hace porque es un escritor que conoce su oficio y lo replantea con cada uno de los relatos, crónicas y demás narrativas que presenta con estilo propio.

Este libro es para leerse a la carta, un día puedes elegir algún Imperio femenino, después no saber decidir entre un Corazón urbano o Titanes de papel. Y es porque la honestidad es otra característica palpable, el autor de descarna cuando dice “de vez en cuando soy feliz”, tan humanamente verdadero y difícil de aceptar que no siempre lo somos pero que en realidad existen los días perfectos, como él mismo nombra a uno de sus apartados más gustados porque revelan al hombre reflexivo que admite los caminos y las personas que en ellos hay, y además los agradece.

Al autor unos lo conocen como el Parry, otros como el Diablo algunos más como Julio, pero una tarde me escribió “en el mundo también hay belleza” y yo creo que el hombre que me dijo eso, es el verdadero.

Jetzabeth Fonseca

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Palabras que se escapan.